«La Región de Magallanes y la Antártica Chilena tienen una ventaja comparativa con el resto de varios territorios a nivel global. Si bien el foco de atención, en materia de desarrollo tecnológico, está centrado principalmente en las oportunidades que ofrece el hidrógeno verde, las oportunidades de investigación que ofrece la vegetación magallánica permitirá analizar y comprender fenómenos como el cambio climático, el calentamiento global, entre otros temas de interés mundial» plantea el Dr. Nibaldo Inestrosa , director del Centro de Envejecimiento y Regeneración de la Universidad Católica de Chile, Centro UC CARE Chile, y del Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes, CEBIMA en artículo publicado el pasado miércoles 21 de julio por «El Mostrador.

Descentralizar la actividad científica nacional -y potenciar la investigación a partir de cada región de nuestro país- es un objetivo que debemos garantizar en beneficio del desarrollo económico, político, cultural y social de Chile.

Es necesario acercar la ciencia a los lugares más extremos del territorio y encontrar soluciones que mejoren la calidad de vida de las personas a nivel local y nacional. Y si hay un lugar al que debemos entregarle la atención en estos momentos es a la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, el laboratorio natural del siglo XXI para el mundo. Sin duda, una ventaja comparativa con el resto de varios territorios a nivel global.

En esta zona existen plantas y algas capaces de soportar un clima extremo, que normalmente no existe en otras regiones del país. Musgos y hongos acostumbrados a vivir en condiciones de estrés importante -como temperaturas bajo cero, vientos fuertes y poca luz durante períodos prolongados-. Esto permite pensar que estos organismos van a tender a protegerse constantemente de un ambiente hostil y esa defensa facilitará que se generen moléculas bioactivas que previenen los posibles daños producidos por estos factores.

Lo anterior podría contribuir al desarrollo de nuevos medicamentos y terapias para combatir enfermedades como distintos tipos de cáncer, diabetes, patologías neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson. Considerando estas características los centros de investigación más relevantes del planeta deberían tener un laboratorio o lugar de análisis en la zona más austral del mundo.

Si bien el foco de atención, en materia de desarrollo tecnológico, está centrado principalmente en las oportunidades que ofrece el hidrógeno verde, las oportunidades de investigación que ofrece la vegetación magallánica permitirá analizar y comprender fenómenos como el cambio climático, el calentamiento global, entre otros temas de interés mundial.

Un par de ejemplos de la variada vegetación que habita en la Patagonia son la Huperzia fueguina, un tipo de helecho que contiene un alcaloide que inhibe la enzima acetilcolinesterasa y el hongo Aleurodiscus vitellinus cuyos benzofuranos poseen actividad neuroprotectora contra el péptido b-amiloide de la enfermedad de Alzheimer. ¿Estamos frente a un potencial tratamiento para combatir las demencias? Tal vez. Sin embargo, debemos considerar un aspecto fundamental para llevar a cabo este desarrollo científico: un financiamiento que permita convertir a la Región de Magallanes en un polo científico y tecnológico.

Otro aspecto único de la región es la ubicación geográfica de Magallanes, cuya cercanía con el continente antártico, permite a los investigadores acceder a flora y fauna únicas, desarrolladas en condiciones climáticas adversas. aspecto que convierte a la zona austral en un territorio único a nivel mundial.

No debemos olvidar que 22 de los países que integran la Convención Antártica, han definido a Punta Arenas como el lugar desde donde van a atacar el conocimiento en materia antártica. Magallanes y la Antártica Chilena puede convertirse en un ejemplo de ciencia de primer nivel para el resto de las regiones del país. Aprovechemos esta oportunidad.

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